¡Señor y Dios mío!, tu infinito amor por la Humanidad,
te crucificó en el tosco leño de la Redención, y en
él te contemplo con sumo dolor.
Sed de amor sentiste momento cruel y humana ceguera
sin luz y sin fe a tus secos labios dieron de
beber amargo brebaje de vinagre y hiel.
Endulzar tus penas bien quisiera yo huyendo el pecado
con firme tesón, y en vez de ofenderle, con
ardiente amor he de hacerte dueño de mi corazón.
Tus ojos divinos no apartes de mí y en la hora postrera
del temido fin, mi alma en tus brazos acoge al
morir REFUGIO seguro para ser feliz.
¡Señor y Dios mío!, tu infinito amor
por la Humanidad, te crucificó.
Letra: D. José Alegría – Música: D. Emilio Ramírez